Acababa de amanecer cuando el infierno de gases y balas alcanzó a los awajún en la Curva del Diablo. Minutos antes, Felimón Teets se había levantado para preparar el desayuno para sus cincuenta compañeros de la comunidad de Wawas que habían viajado con él para apoyar la protesta indígena. Un balazo le impactó en el brazo y lo tumbó al suelo. “Los primeros disparos venían del cerro. Los policías también nos atacaron con bombas lacrimógenas y balas desde los helicópteros. Y por la pista también venían disparando y con un tanque de hierro (tanqueta) adelante. No teníamos cómo escapar. Estaba muy asustado y comencé a correr, pero una bala me cayó en el brazo. Me sacaron de ahí y me llevaron al hospital de Bagua”, recuerda Felimón, que tres semanas después todavía siente un profundo dolor en el brazo derecho y no tiene ningún medicamento para tomar.
“En el hospital me sacaron la bala, me cosieron, me dieron unas pastillas para el dolor y me dijeron que me vaya. Hasta ahora no puedo mover el brazo, me duele mucho. Ya se me acabaron las pastillas, que eran calmantes, y no tengo nada para tomar”, se queja Felimón, de 23 años, echado en su cama, donde ahora ve pasar el tiempo esperando recuperarse para poder volver a trabajar su chacra.
Salomón Awananch, apu awajún de la comunidad de Nazareth y presidente del Comité del Paro Amazónico que dirigió el bloqueo de la carretera Fernando Belaunde, asegura que esa mañana del cinco de junio cuando se inició el ataque policial, los manifestantes comenzaban a prepararse para abandonar la Curva del Diablo. El dirigente awajún revela que la noche anterior al ataque policial se habían reunido con el general Javier Uribe, jefe de la región policial de Amazonas, y habían acordado una tregua hasta las diez de la mañana del día siguiente. El general Uribe les había dado ese plazo para desbloquear la vía antes de que la policía actúe, y a las diez de la mañana debían darle una respuesta. Pero no hubo tiempo para que la respuesta llegue.
“En la noche del jueves cuatro, después de hablar con el general Uribe, nos reunimos y por mayoría decidimos abandonar la carretera. No queríamos un enfrentamiento. Eso le íbamos a decir al general Uribe antes de las diez de la mañana del día siguiente, como habíamos pactado, pero la policía nos traicionó y rompió la tregua. Nos sorprendieron a las 5:30 de la mañana atacándonos desde el cerro”, afirma Salomón. “A esa hora –continúa- nos dimos cuenta que habían personas caminando en el cerro y un grupo salió a ver qué pasaba.
Ahí comenzó la balacera. Los hermanos que habían subido bajaron corriendo y otro grupo salió para el cerro. Eran más de mil. Estaban desarmados. Como vieron a tres hermanos muertos, entonces vino la reacción. Algunos lograron agarrar a los policías. Ahí murieron varios policías. Los que bajaron dijeron que había muchos hermanos muertos en el cerro. La policía invadió el cerro y ya no dejó entrar a nadie. Solamente pudimos recuperar tres cuerpos. De los que subieron al cerro hay muchos que no han regresado”.
Por Carlos Noriega
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