En el mundo entero, la política gira sobre todo en torno a la economía, y la pobreza es el "leit motiv" de todas las campañas electorales. Pero hay una mentalidad conservadora, derechista, caracterizada por un individualismo insensible; y otro modo de pensar, aunque no de actuar: el de las izquierdas utópicas que atribuyen a los ricos todos los vicios y a los pobres todas las virtudes. Si el dinero envilece, ¿por qué todos quieren ser ricos? Si la pobreza es una escuela de virtudes, ¿por qué hablan de combatirla? Hay algo cierto: todos los pobres quieren ser ricos y todos los ricos quieren acumular más. Es la miserable condición humana; pero lo verdaderamente detestable es hacerse rico de sopetón en una sociedad pobre. Lo demás es demagogia.
Es irónico que justamente políticos enriquecidos en el poder hablen de combatir la pobreza, quizá en un afán de lavarse la cara: pero, aunque toda fortuna es insultante y sospechosa en un país históricamente pobre, es notorio que los actores de la política nunca tienen tiempos de vacas flacas, ni siquiera en la oposición. En tiempos de crisis se impone la austeridad, y una familia puede comer menos pan que antes, o comerlo sin mantequilla; pero, ¿qué tal si mientras la mujer y los hijos apenas comen fideos el papá disfruta comilonas con caviar y champaña, o se da la gran vida en jaranas y parrandas? En rigor, una Nación es gran familia cuya cabeza es el Gobierno, que debe administrar la riqueza o la pobreza con probidad y equidad, para que todos disfruten o todos sufran. La austeridad exige diversos grados de sacrificio, pues en ninguna sociedad todos tienen los mismos ingresos y el mismo estilo de vida: pero la mayor renunciación debe ser de los gobernantes, pues un buen capitán primero salva a los pasajeros y luego se hunde con su barco.
Para algunos, austeridad es renunciar a un nuevo modelo de coche cada año, y para otros vender la destartalada bicicleta para poder comer. Esto significa establecer necesidades y prioridades; pero hay idiotas que compran corbatas de seda sin tener una buena camisa, o que quieren competir con el vecino que tiene un Mercedes. Muchos individuos se pavonean en lujosos coches sin tener una cama decente para dormir; y los gobiernos compran armamento obsoleto, que nunca utilizarán para "defendernos" de un poderoso enemigo histórico. Los políticos tienen usa sola prioridad: sus faltriqueras.
La austeridad implica una filosofía y una actitud hacia la vida, y no puede darse en un contexto estructural incompatible: somos un país capitalista sin capitales, pobretones con una reducida élite consumista, y no podemos adquirir bienes esenciales para la vida; pero vivimos seducidos por productos superfluos y bienes de consumo psicológico. Nuestra economía política no atiende a necesidades reales ni responde a las exigencias de un desarrollo integral del hombre, y está más bien planificada en atención al lucro, creando una demanda artificial mediante la propaganda y la imposición de mañosos artilugios, como el libre mercado.
Ni la riqueza ni la pobreza conllevan virtudes o vicios implícitos. Decir "soy pobre pero honrado" no exime de culpas, pues pecamos por querer imitar el consumo ostentoso de los gringos que idiotiza más a los pobres que a los ricos. No importaría ser pobres como ratas si la producción, la oferta, la demanda, las necesidades y las satisfacciones siguieran líneas paralelas; pero nos exigen sacrificios superiores a la capacidad de nuestros bolsillos, y hablarnos de austeridad es añadir insulto a nuestra pobreza.
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