Ahora todos son demócratas. Pero durante el decenio de la vergüenza muchos de los que hoy dan lecciones fueron dóciles instrumentos del poder sin límites de Fujimori y su banda. Este es quizá el Museo de la Memoria que más necesitamos. Esta columna habla de gente que hizo de la metamorfosis toda una de las bellas artes.
El otro día les contábamos cómo es que un director del Banco Central de Reserva, el señor Gianfranco Castagnola Zúñiga, era al mismo tiempo presidente de la Consultora Apoyo.
Es decir, que la misma persona que se enteraba de datos cruciales de la economía en el órgano central de la política monetaria era quien, al día siguiente, o esa misma tarde, se sentaba con sus clientes para compartir esa información. Les contamos también cómo es que, con la colaboración manual de Jorge Salmón, el señor Felipe Ortiz de Zevallos se ganó medio millón de dólares produciendo un libro para que el fujimorismo lo presentara a la Expo92. Nadie recuerda ese libro, por supuesto, pero nadie le quita al señor Ortiz Zevallos lo ganado tan ligeramente.
Tiempo después, también con el aporte lobbístico del señor Salmón, el señor Felipe Ortiz de Zevallos, repetiría la faena literario – financiera produciendo otro mamotreto destinado a inversores extranjeros.
Nos imaginamos que de esa aventura editorial el señor Ortiz de Zevallos sacaría otra magnífica tajada. De lo que puede deducirse que el señor Ortiz de Zevallos es el escritor mejor pagado del país.
Y que tiene la consultora más próspera del país. Y la revista académica más anunciada del país. Y las encuestas más solicitadas del país. Y los funcionarios más afortunados del país.
Porque resulta que en estos días, cuando quiere aplicársele a Jorge del Castillo la figura del secreto bancario, hemos releído la ley de la Banca. Y la figura del secreto bancario incluye a los directores del Banco Central de Reserva (parágrafo 2 del artículo 140).
Y desde luego que se invoca el artículo 165 del Código Penal, lo que obligaría a la fiscal de la Nación, Blanca Nelida Colán, a abrir una investigación en contra del señor Castagnola, despensero y gato en el directorio del BCR.
Claro, no va a pasar nada. Porque el BCR es el mundo inimaginable. El vicepresidente de esa institución, el abogado Mario Tovar Velarde, en el colmo de la desfachatez, hace que el BCR le mande a hacer consultas legales al estudio de abogados Tovar y Zapata -o sea el suyo-.
Fíjense bien: el vicepresidente del BCR hace que el BCR le consulte al estudio Tovar y Zapata (propiedad del susodicho vicepresidente). El vicepresidente se contesta a sí mismo y luego se factura y luego se paga. O sea, la obra maestra de la concha. Para ello utiliza a la Comisión de Liquidaciones, que le debe a más de veinte instituciones financieras en proceso de liquidación, que aduce no tener fondos, pero que sí tiene plata para pagar esas consultas mañosas.
Ese es el fujimorismo que Ortiz de Zevallos defiende con sus sondeos sesgados y su reciente mirada de cobrador.
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