domingo, 31 de agosto de 2008

Bambarén: Opiniones de Cipriani no representan posición de la Iglesia peruana


(Andina).- El obispo emérito de Chimbote monseñor Luis Bambarén, afirmó que las opiniones expresadas por el cardenal Juan Luis Cipriani durante la homilía del sábado, no representan a la opinión de la Iglesia peruana, por lo que le recomendó "callar" en temas relacionados a derechos humanos.

"Mi opinión es clara si se calló en Ayacucho ante tantos crímenes que se cometieron en la época del terrorismo, entonces que se calle en Lima. Su opinión es personal y no representa a la Iglesia", dijo Bambarén a Andina.

Fue al comentar la afirmación de Cipriani, quien cuestionó en una misa que el concepto de los derechos humanos sea manejado por un "pequeño grupo ideológico". Al respecto, Bambarén recordó que en la década pasada a Cipriani no le importó la defensa de los derechos humanos y ahora ha cambiado su discurso.

Por tal motivo, el obispo emérito de Chimbote aclaró que las opiniones del arzobispo de Lima no representa el punto de vista de los obispos del Perú.

"Él no representa la voz oficial de los obispos, lo oficial es lo que diga el presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, monseñor cabrejos. Su opinión ha sido personal; pero me alegro que en parte se haya convertido porque ahora defiende a los derechos humanos que en Ayacucho negó, recordemos su frase famosa", subrayó.

Bambarén Gastelumendi, recordó que la cabeza de la Iglesia peruana es la figura que representa el monseñor, Miguel Cabrejos como presidente de la Conferencia Episcopal. Mencionó que esta dicha institución está conformada por los obispos, quienes cada tres años eligen a su presidente quien tiene la voz oficial.

1 comentario:

Unknown dijo...

El que fuera Diputado por Ayacucho, Alberto Valencia Cárdenas, escribió:

"3.-Los ayacuchanos conocemos a monseñor Cipriani mejor que nadie. Fue durante diez años el amo absoluto de la iglesia huamanguina. Por eso no tenemos miedo de decir que está acostumbrado a convertir al púlpito en tribuna política. Aquí, en Lima, ya lo ha hecho. En el mismo día de Santa Rosa del año pasado, el cardenal convirtió la catedral en una trinchera política en la que dijo a grito herido: "Basta. Yo no tolero que se me ataque porque quien me ataca, ataca a la Iglesia" (todos lo recordamos). Por respeto o por temor, nadie se atrevió a contestarle inmediatamente pero, unos días después y casi al socaire, el apacible y corajudo obispo de Chimbote Luis Bambarén aclaró el asunto diciendo: "Una cosa es monseñor Cipriani y otra cosa es la Iglesia. Mucha gente dice que entre el arzobispo de Lima y yo hay dificultades. No es así, sólo somos personalidades diferentes. Él se queja porque mucha gente lo critica sin conocerlo. A mí me ocurre lo contrario. Mucha gente me aplaude sin conocerme". Estas frases, entresacadas de varias publicaciones, demuestran que la Iglesia peruana felizmente está sana y está fuerte porque tiene buenas raíces. Y tiene todavía buenos pastores."

Pero también denunció a Juan Luis Cipriani por su conducta colaboracionista con la tragedia que hasta ahora sentimos por la muerte de 70,000 humildes peruanos abandonados por su Iglesia:

"El pueblo ayacuchano estaba enterado de que monseñor Cipriani se reunía y discutía todas las semanas con el jefe político militar las tácticas de la guerra en el departamento. Cipriani conocía hasta en sus últimos detalles todo lo que estaba sucediendo. Conocía de las desapariciones, de las torturas, de las matanzas y de las fosas comunes. Yo sé que la Comisión de la Verdad ha llegado a estas mismas conclusiones pero, hasta ahora, no ha dicho ni dirá una palabra al respecto quizá porque el presidente de la CVR es el rector de la Pontificia Universidad Católica. Pensar que monseñor Cipriani desconocía las matanzas de Ayacucho es como pensar que Fujimori desconociese los latrocinios de Montesinos. Pero aclaremos. Yo no estoy diciendo que el ex arzobispo de Ayacucho haya propiciado la política de tierra arrasada. Estoy afirmando que monseñor Cipriani no podía desconocer las matanzas de Accomarca, Chusqui, Rinconada, Sachabamba, San José de Secce, Lucanamarca y de decenas de pueblos más. El ha escuchado durante diez años, todos los días, a millares de mujeres campesinas clamando por sus seres queridos desaparecidos o muertos. Ellas lloraban infructuosamente en las puertas insensibles del arzobispado. El pueblo ayacuchano las ha visto. Y el pueblo ayacuchano no olvida."

Alfredo Grados